Palacio de Drottningholm: Historia
El Palacio de Drottningholm ha ejercido a lo largo de más de cuatro siglos de lugar de recreación y punto de encuentro de la cultura. La regente Eduvigis Leonor, la reina Luisa Ulrica y el rey Gustavo III dejaron su impronta en el palacio y sus alrededores. Hoy sirve de residencia permanente del rey Carlos XVI Gustavo y la reina Silvia.
El nombre Drottningholm se remonta al edificio que Juan III de Suecia hizo construir a finales del siglo XVI para su esposa, la reina Catalina Jagellón. Ese edificio de dos pisos dotado de torres y construido por Willem Boy, el arquitecto de Juan III, se levantaba todavía cuando la reina regente Eduvigis Leonor le compró en 1661 la propiedad a Magnus Gabriel de la Gardie. Sin embargo, ese mismo año fue destruido por un incendio. Se encomendó entonces al arquitecto Nicodemus Tessin el Viejo la tarea de erigir un nuevo palacio acorde con el estatus del que gozaba Suecia por aquel entonces en tanto que una de las naciones más poderosas de Europa.
Hitos arquitectónicos
Uno de los elementos principales es el dormitorio de gala de Eduvigis Leonor, creado por varios de los más destacados artistas y artesanos de Suecia, si bien el principal orgullo del arquitecto lo constituye sin duda la monumental escalinata, con sus bellos mármoles, su corredor en perspectiva y sus estatuas también de mármol que animan la escalera con miradas y gestos. Nicodemus Tessin el Viejo murió en 1681, asumiendo entonces la misión de completar el inmueble real su hijo, Nicodemus Tessin el Joven. De esta época data la Galería de Carlos XI, con sus cuadros de batallas de la Guerra de Escania librada por este monarca.
Época de esplendor del palacio
La princesa Luisa Ulrica de Prusia obtuvo Drottningholm como regalo de bodas en 1744 en su enlace con el heredero de la corona sueca el príncipe Adolfo Federico. La estancia de Luisa Ulrica en Drottningholm trajo consigo una nueva edad de oro para el palacio. La cultura era su pasión. De hecho, se hizo rodear de poetas, artistas, hombres de ciencia y escritores, con los que conversaba, paseaba por los jardines e interpretaba piezas musicales.
De este período data la biblioteca, que, con su cadencia de formas, sus pilastras doradas de inspiración clásica y desenfadados ornamentos rococó, está considerada como uno de los espacios interiores más hermosos de toda Suecia. Su arquitecto fue Jean-Eric Rehn, que contó con la asistencia de algunos de los mejores obreros manuales, en lo que constituye una excelente muestra de pericia artesanal.
Podemos evocar aquí las conversaciones de la monarca con los escritores Hedvig Charlotta Nordenflycht y Olof von Dahlin, a los que tenía en gran estima. Drottningholm también fue punto de encuentro de científicos e investigadores. Bajo la dirección de Carlos Linneo, estos se reunían en palacio al objeto de estructurar la colección de especímenes de la reina, entre otros, estableciendo la nomenclatura de conchas, elaborando sistemas y agrupando por clases.
El Drottningholm de Gustavo III
En 1777, el Estado sueco se hizo con la titularidad de Drottningholm, pasando a instalarse el rey Gustavo III en el palacio. Se introdujeron también ahora cambios en el interior, con la creación, entre otros, del Salón Chino y su espectacular chimenea francesa. De esta época se conservan muebles firmados por varios de los principales artesanos de Suecia, entre otros, Georg Haupt y Johan Christian Linning.
Gustavo III gustaba ya de niño visitar Drottningholm. En agosto de 1754 comentaba lo siguiente a sus padres:
«Ayer por la tarde estuve corriendo por las galerías con mis hermanos. Luego le pedí al arquiatre Linneo que me contara cosas de los animales. Me habló de mosquitos y de pájaros que se los comían, de cisnes, pelícanos y leones marinos».
Unos días más tarde se entretuvo en el gabinete numismático de su madre observando medallas romanas «que me divirtieron bastante». También le agradaba pasar tiempo en la biblioteca leyendo libros en francés. Cuando hacía bueno, atravesaba por la mañana los jardines de camino al Pabellón Chino, aunque al joven Gustavo esto le aburría, describiéndolo como un paseo «por las pétreas arenas de Arabia».
«Buen y mal tiempo»
Drottningholm era un complejo palatino de recreo que ofrecía variación respecto al discurrir cotidiano del Palacio Real de Estocolmo. Sin embargo, el día a día estaba estrictamente regulado, como atestigua Eduvigis Isabel Carlota, la cuñada de Gustavo III: «Nuestra vida aquí es bastante peculiar, a medio camino entre urbana y rural, pero diferente a cualquier otra cosa; una mezcla de placeres palaciegos y pasatiempos campestres, de etiqueta y libertad, de jovialidad y retraimiento, lo que hace que en su conjunto no resulte muy agradable. Existe un reglamento específico para las estancias en Drottningholm. A todas las visitas les espera un ejemplar de este en su alcoba. En él se detallan distintas disposiciones en función de la climatología. Si hace buen tiempo, la cena se sirve en el Pabellón Chino, pasando aquí también todo el día. En caso de mal tiempo, no se abandona el palacio. En el Pabellón Chino debe portarse vestimenta ligera, mientras que los varones han de llevar frac o, aquellos que dispongan de él, su uniforme real de campaña. De ser la climatología desapacible, tanto los caballeros como las damas deben vestir atuendo urbano».
El propio Gustavo III era quien determinaba si hacía bueno o malo. Cada mañana se colocaba un naipe sobre la puerta de su salón de audiencias. Si el elegido era el rey de corazones, significaba que hacía buen tiempo y que había que poner rumbo al Pabellón Chino. Si, por el contrario, se mostraba un rey de picas, el clima era adverso y no se salía de palacio. Eduvigis Isabel Carlota se queja de los frecuentes cambios de opinión del soberano:
«En ocasiones, el naipe se sustituye dos o tres veces a lo largo de la misma mañana, lo que genera considerables molestias».
Un final dramático para una época
Con el fallecimiento de Gustavo III en 1792, Drottningholm perdió parte de su esplendor. Aunque el palacio fue puesto a disposición de su hijo Gustavo IV Adolfo y de la reina Federica, y albergó celebraciones y torneos, no alcanzó ciertamente el nivel de glamur de antaño. Es también en Drottningholm que la era gustaviana llega a un abrupto final. Tras el golpe de abril de 1809, fue a este lugar adonde se condujo al depuesto Gustavo IV Adolfo antes de su traslado a Gripsholm y posterior destierro.
Un Drottningholm renacido
Drottningholm se convirtió también en un lugar importante para la casa Bernadotte. En la época del rey Óscar I y su esposa Josefina se crean estancias de gran valor simbólico, entre otras, el Salón del Reino. También Óscar II, Gustavo V y Gustavo VI Adolfo pasaron prolongados períodos en Drottningholm, dejando su sello en los espacios palaciegos, aunque no es hasta Carlos XVI Gustavo y la reina Silvia que el inmueble se convierte en residencia real permanente.
Imagen superior: Grabado del Palacio de Drottningholm del artista Erik Dahlbergh incluido en el libro Suecia antiqua et hodierna. Fotografía: Biblioteca Real